“Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol”- Martin Luther King
No hay vida sin esperanza. Ella es el motor del alma. Es la razón que la razón no entiende. Todos tenemos esperanza, porque nos despertamos creyendo que algún día el mundo va a ser más mundo, la gente más gente, y la vida más justa. Porque latimos con sueños a cuestas, que encontramos en esas fotos que buscamos en el corazón cuando todo se vuelve gris e incierto.
Nadia despertaría sin esperanza, porque a veces la esperanza es la tregua que uno le pide al presente, a veces más hostil de lo que podemos resistir.
El nene tiene esperanza. Por eso le abre el cuore a su amor de primaria en un sincero e inocentemente infante pedacito de papel que le costó varias almohadas, y varios ruegos para que el azar le guiñe un ojo.
Yo tengo esperanza, porque aunque a veces me mienta, soy muy consciente de que puedo dibujarme un lindo futuro. La esperanza es la fuerza que algún día me hará aguantar los pinceles.
El pibe tiene esperanza, porque sigue intentando esa finta una y otra vez, para gambetear el hambre y la exclusión, y para darle voz a los que callan las estadísticas.
Al viejo le irradia la esperanza, con la que imagina que gana el Mundial segundos antes de dormir. A veces la moja de chilena, en otras se gambetea a medio equipo. Siempre con el convencimiento de poder lograrlo.
Nunca hay que olvidar la esperanza. Es la que logra liberar a los pueblos. Es la que nos permite continuar.
Para todos ellos… para que tengan esperanza.., les regalo un aporte.
Alexander J. Algieri
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