viernes, 4 de junio de 2010

El éxito y el mensaje

Alguna vez escuché por ahí que la historia cuenta sólo una verdad, según afirma el que la escribió. Muchas veces no nos tomamos el trabajo de entender a la historia y su contexto, y sobre ese manto de ojos cerrados es que después pasan las cosas que tanto nos duele recordar.


La sociedad actual, tan individualista, tan llena de ignorancia, tiene asimilada como verdad absoluta que sólo el éxito es triunfo, como si sólo aprendiéramos cuando el destino nos regala un segundo en la estrella más alta del cielo. Serán conceptos que suenan similares, pero no son lo mismo.

Nuestro fútbol, que esa una gran porción en la torta de nuestra historia, nos va desperdigando a través del pasado mensajes ocultos y enseñanzas perpetuas, contrarias a esta nueva teoría exitista, siniestra, Macquiavelica, que implora que para hablar sólo sirve ganar.

Hay detalles, simples (o no), que nos dejan ver que en algún momento en nuestra sociedad los principios florecían en cada esquina. Uno de ellos, no tan recordado, le pertenece a Gimnasia y Esgrima La Plata. Se disputaba el Campeonato de 1933, todavía en el amanecer del profesionalismo, y Gimnasia llevaba a su “expreso” a lo más alto de la tabla. Los platenses habían terminado primeros en la rueda inicial, y su regular rendimiento, sumado a los altibajos en los equipos grandes, lo hacía encaminar hacia el título. Pero una mano oscura se metió entre el sueño y la realidad. ´

Los arbitrajes en contra del “Lobo” fueron más que controvertidos, a punto que rozaron lo evidente. En la fecha 25, Gimnasia, que iba primero, se enfrentaba a Boca para seguir con su camino plagado de éxitos. El partido parecía un trámite para el puntero, pero De Dominicis, árbitro del partido, ayudo a los xeneizes a llevarse el partido al cobrarle un penal inexistente y un gol en claro offside. Fue victoria para Boca, por 3-2.



Pero el gran partido fue el de la fecha 28, contra San Lorenzo, que peleaba el campeonato desde atrás (1 punto por debajo). El primer tiempo finalizó sin goles, pero en la segunda etapa comenzaría la locura. Primero, el “referí” Rojo MIró no le cobro al líder un foul en el medio del área, sancionando entonces tiro libre fuera de ella; luego, sanciona gol a un remate que el arquero Herrera deteniene, aduciendo que la pelota entró en el arco. En ese momento, los jugadores de Gimnasia, en señal de protesta, desistieron de jugar el partido y decidieron sentarse en el césped, rehusándose a jugar. San Lorenzo marcó cinco goles, y como su rival no respondía, el árbitro decidió suspender el partido.

El hecho fue catalogado de “simpático”, pero fue una gran demostración de principios y rebeldía ante el sistema, que ya empezaba a incubar las sospechas tejidas sobre el manto negro que impone (o debería imponer) justicia.

Gimansia perdió el partido por goleada. Perdió el campeonato, pero nunca perdió el orgullo, porque lo importante no era (no es) ofrendarle una copa al cielo del exitismo, ni empacharse en una gloria vacía y virgen, y dejar en blanco el mensaje, que siempre es más importante que el éxito.



                                                                         Alexander J. Algieri

2 comentarios:

  1. Otra forma de decirlo, por eso de que "la historia la escriben los que ganan". Aunque también es verdad que los hechos siempre se interpretan desde alguna óptica porque la objetividad y la neutralidad no existen. Es verdad que estaría bueno cortar con la visión existista predominante. El fin no justifica los medios.

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  2. si hubieran tenido pelotas, metían 15 goles y no quedaban dudas. pero claro, era gimnasia...

    JAAAJJAAJJAAJAAAJJAAJAJAAJAAJA

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