martes, 15 de junio de 2010

Aaron Mokoena: el hombre que se casó con la suerte




Las calles de la ciudad de la gran fiesta, se confunden hoy con el polvo que levantan, entre tanto revoloteo, ese grupo de pibes que con una pelota hecha con medias y un campo lleno de añoranzas y privaciones, sueñan con probarse por un rato su gloria. Saben que, en la nada misma, tienen la ventaja de compartir su comienzo y, cuando los tiros y la violencia no interrumpen, sentir los sueños que él tuvo.


Las calles de la ciudad de la gran fiesta muestran su foto en alguna esquina sin dueño, y rebota en el cansancio de algún descalzo, o en la ilusión desnutrida de algún rotoso. Aaron Mokoena es, en la actualidad, el "jugador del pueblo" del fútbol sudafricano. Además, es el emblema de la mayoría negra; humilde, pobre y de historia difícil, como él.

Es que pareciera tener un acuerdo eterno con la fortuna, que le permitió este presente de orgullos y ese camino que fue viboreando a través de las sensaciones límite. Seguro se habrá enojado con su madre cuando, después de ese trueno cargado de muerte que decretó el silencio, lo mandó derecho a su casa. Ese 17 de junio de 1992, Boipatong, su pueblo natal (al sur de Johanesburgo) se tiñó de negro: en una cruel, y cotidiana, batalla intestina, 40 personas murieron asesinadas. “Cuando se propagó el rumor de que todos los hombres jóvenes serían asesinados, mi madre tuvo que protegerme como pudiera y decidió vestime de niña”, contó el volante del Portsmouth inglés en una nota con el diario “The Guardian”. Tenía en ese entonces 12 años, y aunque era muy joven se casó con la vida sin mucho que pensar.

El símbolo del anfitrión de la gran fiesta tiene el record de ser el jugador más joven en debutar en su selección, en 1999. Ya lleva 100 partidos, y hoy el orgullo le brota de la piel al ser el capitán de la selección de Sudáfrica. Pero sobre todo, Mokoena es ejemplo de lucha y reivindicación. Ejemplo del destino.

Hoy el pibe se enoja con su madre por haberle cortado la imaginación y el sueño de ser Mokoena, al menos entre el barro y la pobreza de todos los días, pero con el tiempo entenderá que, a lo mejor, dio un paso para acercarse un poco más a él.



Alexander J. Algieri

2 comentarios:

  1. Lo más lindo de todo es tener sueños aunque seas "asi de chiquitito" y estes tan lejos de alcanzarlo! Creo que no quiero un mundo con niñitos que no puedan soñar con ser el más grande. Demasiado futboooool haha
    Beso :)

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