martes, 11 de mayo de 2010
El último try al Apartheid
Discriminación, separación, violencia, intolerancia; sinónimos implícitos de una realidad histórica que infectó a Sudáfrica pero lastimó al mundo entero: El apartheid.
Cuando lo malo se convierte en bueno, los héroes se transforman en villanos y las irracionalidades erigen como verdades absolutas. Por este motivo, Nelson Mandela estuvo preso durante 27 años, tan solo por la osadía de creer que los hombres son todos iguales, sin importar raza, color ni religión; y por luchar por aquello que se creía justo, dando su vida al servicio de nobles paradigmas que no escondían segundas intenciones.
Los gérmenes de esta vorágine racista, similar en lo inescrupulosa al nazismo de Hitler, formaron parte de la sociedad sudafricana desde que la misma vio la luz. Pero recién en 1948 tomó entidad jurídica cuando, luego de ganar las elecciones, el partido radical nacionalista, con Daniel François Malan como presidente, promulgó una serie de leyes que segregaba a cada individuo de acuerdo a su raza, privilegiando a los blancos por sobre los negros, a los que se les quitaba sus legítimos derechos. Potenciando esta legalizada crueldad, en 1950 se promulgó una ley que restringía el ingreso de individuos de raza negra a ciertos lugares, que pasaron a ser exclusividad de los blancos.
Las leyes establecieron zonas segregadas tales como playas, autobús, hospitales, escuelas y hasta bancos en los parques públicos. Los negros y demás gente de color debían, por otra parte, portar documentos de identidad en todo momento y les era prohibido quedarse en algunas ciudades o incluso entrar en ellas sin debido permiso.
Entre todas estas atrocidades, el deporte también marcó una división racial dentro de la población sudafricana. El rugby era el gran bastión de la política de estratificación del apartheid, a punto tal que no se les permitía a jugadores de raza negra practicarlo profesionalmente ni tampoco en el seleccionado. Era una expresión del nacionalismo renaciente en la población blanca de la nación africana.
Pero en Sudáfrica esta discriminación, social, económica y deportiva, tuvo como consecuencia el aislamiento: En 1960, se decidía que dicho país, de allí en adelante, no participe mas en los Juegos olímpicos, ya que el Apartheid iba en contra de los ideales igualitarios que tanto pregonaba Pierre de Coubertin. Años después, y por pedido de sus integrantes, Sudáfrica era también expulsada de la Commonwealth.
De esta forma, el mundo deportivo boicoteaba a la tiranía del apartheid, repudiando así sus políticas discriminatorias y sus irracionalidades legislativas. En 1977, se produce la Convención internacional contra el apartheid en los deportes, que luego de la aprobación de la Asamblea General de las Naciones Unidas, prohibía a cualquier país medirse deportivamente contra algún combinado sudafricano.
Pero los filósofos urbanos recuerdan que “echa la ley, echa la trampa”. Durante años posteriores al boicot internacional, algunas selecciones iban a Sudáfrica disfrazadas con nombres ficticios, y aunque si bien a las claras no era una visita oficial de algún país, ese artilugio utilizado para competir no era bien visto por el resto del globo, que sentía que así se respaldaban las políticas existentes. Argentina y Nueva Zelanda ( bajo las denominaciones Sudamérica XV y Cavaliers respectivamente) fueron algunos de los que lo implementaron. De hecho, para Argentina la victoria sobre Sudáfrica, por 21 a 12, es uno de los hitos más recordados de la historia. Se entiende que la violación a este boicot tenga relación con la afinidad ideológica, ya que en 1982 en Argentina eran tiempos en los que la democracia era esclava de las demencias de un gobierno de facto.
Pero todo tiene su epílogo, todas las historias concluyen. El 17 de Junio de 1991 el mundo festejó, pero no sólo por el fin del apartheid, sino por el comienzo de un tiempo de hermandad, igualdad y fraternidad. Se liberaba a Nelson Mandela, quien luego sería nombrado presidente por voto universal.
Como premio a la recapacitación, a Sudáfrica se la readmitió en competencias olímpicas en 1992, año en el que disputaron su primer partido de rugby post apartheid, cuando perdieron 27-24 con los All Blacks el 15 de agosto. En 1994, una iniciativa de la Comisión Nacional de Deportes de Sudáfrica, sostenía la idea de reemplazar el logotipo “Springboks”, cargado con un alto simbolismo del apartheid, por una rosa, que ilustraba los tiempos de paz de esos días. Pero Mandela decidió, en un acto audaz, mantener el estandarte springok.
Además, la IRB (International Rugby Board)le adjudico la organización del tercer mundial en junio de 1995, el cual ganaron derrotando a Nueva Zelanda 15-12 en una apretada final. La imagen de Mandela ingresando en el Ellis Park de Johannesburgo con la camiseta numero 6 de su seleccionado y entregándole el trofeo de campeón al capitán blanco Francois Pienaar quedará por siempre en las retinas de los espectadores, que presenciaban el comienzo de un proceso de reconciliación y unificación social entre los habitantes blancos y negros.
El apartheid fue borrado de las leyes, pero su germen aún late en la sociedad y en el rugby. El rugby continua siendo exclusividad de los blancos, ya que en los barrios (o guettos) negros se practica fútbol o críquet, pero nunca el deporte creado por William Ellis. Además, la SARFU (unión sudafricana de rugby) jamás implementó política de integración alguna hacia la raza negra sino que, todo lo contrario, conservaba una ideología separatista. Claro ejemplo de esto fue lo ocurrido en 1997, cuando el por entonces entrenador Springbok, André Markgraaf, tuvo que renunciar luego de que se divulgara un video en el que vomitaba calamidades hacia los negros.
Lo que sí se puede destacar, es el hecho de que haya habido por primera vez en la historia un capitán negro en el seleccionado sudafricano. Fue en diciembre de 2006 cuando los Springboks jugaron contra Resto del mundo, en conmemoración por los 100 años de su primer partido internacional. En esa ocasión, quien tuvo el privilegio de ser capitán fue el Hooker Chiliboy Ralepelle, quien además ostenta el record de ser el más imberbe de los capitanes, con 20 años, 2 meses y 55 días.
Aunque las cadenas opresoras de esta corriente racista se cortaron, el rugby sigue siendo un deporte elitista, que responde a la oligarquía blanca. Los negros, por la prohibición y el rechazo, se encuentran técnica y sentimentalmente a años luz del primer nivel que hoy tiene su seleccionado, y no asoma en el horizonte próximo una nivelación ni una igualdad que permita la integración tanto en el rugby como en la sociedad misma.
En el apartheid, los incoherentes e intolerantes ideales imperaban como cartas magnas al servicio de una porción social girando como satélite del poder. En el apartheid, las manifestaciones democráticas eran tan solo excusas subversivas carentes de razón.
Alexander J. Algieri
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
El tema del apartheid es un tema interesantísimo que afectó y afecta aun hoy en día a Sudáfrica. Creo que es necesario que, a través de cosas como las que escribís, tomemos conciencia de lo que pasó en Sudáfrica pero no para caerles en contra a los que lo ocasionaron sino para, como hizo Mandela, perdonarlos y forjar la resurrección de un país y un continente tan rico y tan pobre a la vez como África.
ResponderEliminar