Cómo entender que hoy, a poco de tanta historia siniestra, el sueño compartido se va pintando con tintas muy diferentes entre sí. En este mundial cargado de dólares y rendimientos pobres, la selección alemana regala un dato muy particular: como si le cerrara la persiana a su historia, esta es la selección menos alemana de las alemanas. ¿Cómo es esto? Sencillo: entre los 23 jugadores convocados brota la diversidad cultural y de orígenes.
Desde que ese muro de ladrillos y locura legitimada comenzó a tapar el cielo del otro lado, en 1961, los inmigrantes que llegaron a Alemania fueron, en su mayoría, de los países de Europa del Este, que llegaban a la Alemania Oriental (comunista) llenos de esperanza y vacíos de dinero. De hecho, estadísticas de la ONU muestran que la presencia de extranjeros en Alemania es un elemento que permite elevar su tasa de natalidad, muy baja contando sólo los autóctonos. Sin embargo, recién en 2005 se promulgó una ley más flexible respecto a la inmigración. Algo de eso se cristalizó en el deporte.
La última selección teutona que se consagró campeona fue la de 1990, con sangre netamente aria. Lejos del "Argentina es un país donde reina el orden. Yo no he visto a ningún preso político", de Berti Vogts, estrella del fútbol alemán, cuando se le preguntó por las denuncias de desaparecidos en nuesto país, a esta selección digna de una publicidad de Benetton.
De los 11 que dejaron a un país sin illusion, dos son polacos (Miroslav Klose y Lucas Podolski), otró entró desde el banco (Piotr Trochowski, también polaco) y tres tienen sangre extranjera: Mesut Özil, alemán hijo de padres turcos, Sami Khedira, hijo de padre tunecino y Jerome Boateng, que es hijo de padre Ghanés.
Además, Mario Gómez, delantero del Bayern Munich, es hijo de padre español, Marko Marin (volante- Werder Bremen) nació en Boznia Herzegovina, Cacau (delantero del Stuttgart) es oriundo de Brasil y Dennis Aogo (defensor del Hamburgo) es hijo de padre nigeriano. Se podría sumar a Kevin Kuranyi, brasileño ídolo del fútbol alemán que se quedó fuera de la lista en el ultimo minuto.
Sobre un total de 23, 10 jugadores son extranjeros o tienen sangre extranjera. De 82 millones de personas que habitan el suelo alemán, 8 millones lo conforman extranjeros. Miserias aparte, el fútbol surge como elemento de integración y aceptación para muchos, que obtienen con goles lo que la sociedad les quita por ser esta algunas veces retrógrada y mezquina. Mientras Alemania avanza, envidia nuestra y de muchos, su nuevo fútbol le empieza a agradecer su parte a la “sangre nueva”, aunque el führer así no lo quiera.
Alexander J. Algieri
claro, opino que la seleccion es de un pais no de
ResponderEliminarla seleccion debe ser del pais y punto,creo que a nadie le gustaria tener un yankie jugando para Argentina o un Nigeriano, porque? porque nosotros tenemos , ellos tienen que recurrir a eso, Italia, Francia,etc